Hace 60 años Eva Duarte de Perón daba un discurso memorable conmemorando el Día de la Lealtad Peronista. Era el 17 de octubre de 1951. Allí, antes miles y miles de personas, Evita dejaba bien claro su legado político e ideológico. Y anticipaba palabras subliminales, y no tanto, acerca de su cercana muerte.
Pero los trabajadores de la Plaza de Mayo no eran los únicos que pudieron escuchar la sufrida voz de la dama argentina. Ese día, LR 3 Radio Belgrano, con los mismos locutores que hasta el momento trabajaban para la emisora, realizaban la primer transmisión televisiva de la Argentina.
A tres cámaras, con una antena instalada desde el Ministerio de Obras Públicas, sólo unos pocos afortunados pudieron presenciar el discurso. Ese día la noticia fue anunciada con apenas un recuadro en los diarios, debido a que se temía que el advenimiento del aparato pusiera en jaque la subsistencia de la prensa gráfica.
"De hecho, fueron locutores radiales quienes pronto se convirtieron en primeras figuras del nuevo medio: Guillermo Brizuela Méndez, Nelly Trenti, Nelly Prince, Adolfo Salinas, Pinky y Antonio Carrizo. Un mes después, en noviembre, la televisión estatal contaba ya con una programación integrada por figuras tales como Juan Carlos Thorry, Analía Gadé, Ana María Campoy, José Cibrián y Diana Maggi. Pero la oferta televisiva se fue ampliando poco a poco", escribe Diario Uno en conmemoración al aniversario.
El paso de la radio, del radioteatro, a la televisión significó un cambio de paradigma, no sólo para realizadores y fabricantes de tecnologías, sino y fundamentalmente para el espectador -antes oyente- que incorporaba imagen al sonido de acompañamiento cotideano.
Pero ello cambiaría con el tiempo costumbre mucho más arraigadas. La televisión irá poco a poco convirtiendose en el panóptico de la sociedad toda. Incorporará tecnologías y conceptos provenientes de otros medios, de otras plataformas, de otras herramientas. Se convirtirá en espectáculo, en show, en modeladora, moderadora, distorsionadora y generadora de la realidad percibida.
Desde el vestido negro de Evita hasta el sensual caño de Marcelo Tinelli, los realizadores han ido entendiendo que el negocio no está en la pluralidad, diversidad y reproducción de la información, sino en satisfacer las necesidades de los anunciantes -popes del sistema- a través de contenidos que atraigan a la masa televidente.
De aquellos locutores y conductores artistas a la televisión espectáculo han pasado buenos, excelentes y malos. Seguramente lo seguirán haciendo. Pero habrá que poner el ojo en los objetivos que como sociedad queremos para nuestra televisión.
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